Cómo practicar la alimentación intuitiva
Lamentablemente, la mayoría de nosotros no puede ignorar esa ansiedad en torno a la comida y normalmente tampoco podemos vivir sin ningún antojo. Pero, por suerte, hay muchos hábitos que podemos crear para, al menos, bajar el volumen de ese molesto zumbido.
El primer paso, en el que concuerdan todos los expertos, es que es fundamental hacer comidas equilibradas con proteínas, fibras y grasas saludables para saciar tu apetito. Nos tenemos que olvidar de contar calorías y entender que es mucho más importante llenarse el plato de alimentos que cubran las necesidades básicas del cuerpo en vez de obsesionarnos por las cifras que vemos en el envase. “Las proteínas regulan el apetito, el magnesio y la vitamina B ayuda a metabolizar la energía y a tener una buena resistencia al estrés, mientras que la fibra ayuda a moderar el azúcar en sangre y los niveles de colesterol”, explica Kim.
Un déficit de alguno de ellos puede potenciar los antojos, porque tendrás una mayor propensión a buscar una solución rápida, normalmente en forma de alimentos procesados y opciones con alto contenido de azúcar. Dicho esto, tampoco es bueno ignorar los antojos, porque son una manera que tiene el cuerpo de decirnos que necesita reponer energía. “La alimentación intuitiva no está en contra de las comidas estructuradas ni de los antojos. Nos anima a saber en qué consiste una comida nutritiva para evitar comer de manera caótica o deficiente en términos nutritivos. Por eso, la alimentación intuitiva puede ser muy útil cuando se combina con un buen conocimiento de nutrición. No se trata de resistirse a los antojos, sino de gestionarlos con una estructura adecuada, para que tu cuerpo se sienta apreciado y escuchado”, afirma Camilla.
Así que no tires todos tus snacks a la basura: lo que queremos es optar por algo con fibra y proteínas, para reconocer que tu cuerpo empieza a tener hambre y darle un alimento nutritivo de verdad.
Y olvídate también de que hay alimentos “malos” y otros “buenos”. “Intentar acallar los antojos sustituyéndolos por otra cosa no siempre funciona, porque a veces lo que de verdad quieres es esa chocolatina o ese postre. Es mejor darte el permiso para disfrutarlo sin culpa”, añade Ro. Por eso, la alimentación intuitiva puede ser una buena alternativa a la mentalidad “todo o nada” que suele venir asociada con las dietas. “Permite que la flexibilidad, el disfrute y la salud convivan en armonía”, indica.
Hábitos que ayudan
Como habrás notado, la alimentación intuitiva no busca resistir la sensación de hambre, restringir alimentos ni comer a unas horas determinadas. He sido testigo de primera mano de esto último cuando, de visita en Australia con una amiga que come de manera intuitiva, acabamos desayunando lasaña. Eran sobras (porque no le apetecía preparar una bechamel a primera hora), pero nunca se me habría ocurrido comer pasta en el desayuno. Pero lo cierto es que, una vez que me di permiso para olvidarme de las “normas” sobre lo que es un desayuno “adecuado”, la verdad es que lo disfruté mucho. La noche anterior habíamos cenado ligero, así que cuando nos despertamos nos dimos cuenta de que necesitábamos ingerir algo con más energía para poder enfrentar la mañana. Me funcionó a la perfección. De vuelta a casa, dejé de clasificar los alimentos de manera tan estricta y empecé a prestar más atención a lo que de verdad me pedía el cuerpo.
Un recurso muy práctico que puedes usar tanto en casa como fuera de ella es una escala de hambre y saciedad, como sugiere Ro: “Podemos pensar en el hambre como una escala del 1 al 10, donde el 1 es cuando te estás muriendo de hambre y el 10 es cuando estás tan lleno que estás incómodo. Lo ideal es empezar a comer cuando estamos a 3 o 4 (ligeramente hambriento) y acabar en el 7 (saciado y cómodo) para evitar comer demasiado o demasiado poco. No se trata de ser perfectos, sino de aprender a entender las señales que nos manda el cuerpo y responder de manera adecuada”.
¿Quieres más maneras de prestar atención a tu estómago? Come más despacio, mastica bien y dedica el 100 % de tu atención a lo que estás comiendo, así que nada de comer delante de una pantalla, para evitar distraer al cerebro de las señales que indican que estás lleno. También puedes llevar un diario, no de comidas, sino como una especie de registro. “Apuntar cómo determinadas comidas, patrones de sueño o niveles de estrés repercuten en tu apetito y tu estado de ánimo te puede enseñar muchas cosas y te puede ayudar a distinguir entre el hambre real y el emocional”, recomienda Kim.
Y cuando estás en un evento social o comes fuera de casa, no “hagas hambre” con antelación: pica algo antes de ir para llegar con la mente clara, sin una sensación de urgencia por comer, para evitar comerte sin pensar todo lo que te pongan por delante.
La lección más importante de todo esto sea posiblemente que debemos ser amables con nosotros mismos y también curiosos. Se trata de ser constantes en lugar de tener siempre el control. Si lo consigues, no tendrás que poner en duda el hambre que tienes, ni compensar nada por no escuchar las señales y podrás confiar en lo que te dice tu cuerpo. Cuida de las horas de sueño, aprende a gestionar el estrés y crea una rutina alimentaria regular que se adapte a ti. En un mundo donde todo se personaliza, haz lo propio con tus hábitos alimenticios, aunque eso signifique cenar un yogur con frutos rojos y desayunar merluza. Vive tu vida y conecta con lo que de verdad te está pidiendo tu estómago.