Karma: lo que es, lo que no es y cómo aplicarlo

El karma es uno de los conceptos más famosos del budismo. Al mismo tiempo, es uno de los menos comprendidos. Expresiones como “buen karma” o “mal karma” se usan mucho pero, ¿qué significan realmente? Nuestra guía rápida para el karma te explica lo que es, lo que no es y cómo puedes aplicar sus normas a tu día a día. 

 

Lo que es el karma

Karma es la palabra en sánscrito para “acción”. Dentro del budismo, el karma se entiende como la ley de causa y efecto: toda acción conlleva una reacción. Como la ley de la gravedad, los budistas entienden el karma con una fuerza natural dentro del universo. Según las leyes del karma de causa y efecto, todas nuestras acciones, pensamientos e intenciones crean energía. Si desprendes buena energía, recibirás cosas buenas. Y cuando se envía energía negativa al mundo, las consecuencias son cosas malas. El karma es tan solo el eco de lo que hacemos, decimos y pensamos.

 

Lo que no es el karma

A pesar de lo que hayas oído, el karma no te odia. El karma no se está relamiendo mientras espera a saldar deudas con nosotros cada vez que hacemos algo malo. Así es como tendemos a ver el karma en occidente, como el castigo del universo por malas acciones del pasado. Pero es importante entender que el karma no es un castigo divino. No es una pena a pagar, no es la ley de “ojo por ojo”, no es justicia. El karma solo es el reflejo de la energía.

 

 

Cómo vivir según las normas del karma

¿Cómo funciona exactamente el karma en nuestro día a día? Para crear buen karma solo tienes que mandar energía positiva al mundo. Para ello, no tienes que donar todos tus ahorros a una buena causa o dejar tu trabajo para hacerte voluntario a tiempo completo. Cualquier pequeño gesto de amabilidad puede ser bueno para el mundo. Cede tu asiento en el metro con más frecuencia, invita a un amigo a tomar una taza de té y charlar en vez de mandarle un mensaje y expresa tu gratitud por los pequeños gestos que los demás tienen contigo. Lo que importa es que lo hagas con un espíritu altruista. No pienses en la recompensa. Intenta simplemente encontrar la alegría en hacer el bien, sin importar lo grande o pequeño que sea el gesto.